cultura magnética

Revista sobre arte experimental y artistas emergentes

Una evocación austera de Judas

El segundo trabajo de la directora catalana Gemma Ferraté, Tots els camins de Déu (Todos los caminos de Dios), 2014, nos propone seguir a un Judas contemporáneo (Marc García Coté) en su huida por el bosque después de traicionar a su amigo. En esa huida se encontrará con un joven misterioso (Oriol Pla), quien le ayudará a lidiar con el sentimiento culpa.

El beso de Judas abre una película en la que Ferraté aborda con gran austeridad el proceso de penitencia del personaje, en ocasiones cámara en mano para realzar la confusión que su traición le ha provocado.

Tots els camins de deu

Cartel promocional.

Apenas hay diálogo en Todos los caminos de Dios. Durante gran parte de un metraje de 70 minutos -en la huida de Judas desde el mar hasta el bosque y en su primer encuentro con el joven misterioso– el relato se apoya en silencios y miradas. El bosque sustituye al desierto bíblico como lugar de penitencia.

El bosque sustituye al desierto bíblico como lugar de penitencia

Ambos jóvenes jugarán al gato y al ratón, buscándose y esquivándose. Ferraté se recrea demasiado en este juego hasta llegar al primer momento de complicidad entre los dos, cuando el joven misterioso logra que Judas se ría mientras pescan. Otro momento de afinidad y, sobre todo, de gran poética se producirá cuando ambos se bañen desnudos en el río. La naturaleza juega un gran papel en la película.

Otro momento de afinidad y, sobre todo, de gran poética se producirá cuando ambos se bañen desnudos en el río

Ferraté deja para el último tramo de Todos los caminos de Dios los instantes de mayor poética fílmica y simbolismo, como el jabalí colgado en el bosque que le recuerda a Judas su traición. El momento de catarsis y redención del personaje se producirá cuando, estando junto al fuego, el joven misterioso le pregunte: «¿Todavía piensas en él?». Esta pregunta ambigua le llevará a tomar la decisión final.

Ferraté, tanto en este momento como en alguno anterior –cuando Judas se despierta y nota que su mano toca la del joven o la escena del río-, esboza unas mínimas pinceladas homoeróticas. Muy sutiles, en tanto que no sabemos quién es el personaje misterioso. Quizá la alegoría final, que no desvelaremos pero que es ciertamente ingeniosa, nos pueda ayudar a saber de quién se trata. Aunque es probable que la directora quiera ofrecer una lectura lo más abierta posible.

Jordi Llorente

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Esta entrada fue publicada en 04/03/2016 por en Cine y etiquetada con , , , , .

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